Ella doma su corazón, le da caricias.
Y si corcovea, le da caricias.
Ella doma palabras, les da silencios.
Y si oye ruidos, les da sus sueños.
Ella doma su pelo, le da caricias.
Y si camina, quiere que la sigan.
...Y tiene dos alas escondidas
que hacen juego con su miedo.
Imposible de creer
que en el calabozo de su ser
anide un corazón tan noble.
Y tiene la dulzura de un potrillo,
que aún lleva herraduras
en sus labios fruncidos.
Sus ojos hermosos, desapercibidos
como camaleones
se van perdiendo.
Y cuando monta a caballo
ella siente el peso
de poder ser libre
frente a otros hombres.
yegua
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